A mi parecer el poeta trabaja, dentro de su hogar (un hogar convertido por tiempo indefinido en un sistema cerrado), con tres tipos de estos materiales: el vidrio de las ventanas, el vidrio esmerilado de la puerta del salón y el de los distintos espejos, cada uno con sus distintas peculiaridades. […] Así, el recluido circula por la estancia con la falsa ilusión de libertad con que vuela el pájaro dentro de su jaula o, a veces, con la perplejidad de la mirada del pez que boquea al otro lado del cristal de su pecera.
(Del prólogo de Ángel Muñoz Jiménez)